viernes, 5 de noviembre de 2010

EL MUNDO MODERNISTA DE ERNESTO NOBOA


Escrito por: María José Cevallos Castro



Hablar de modernismo, es hablar de una evolución en el sensible mundo de las letras. Específicamente se observa un cambio en la poesía. Se hizo presente un lenguaje que nos trae a la mente “renovación”; un estilo atractivo, fino y de carácter formal se estaba haciendo dueño de este género.
Asimismo, el modernismo en Latinoamérica apunta directamente hacia un personaje en particular, aquel que es considerado y visto como el precursor del mismo: Rubén Darío, quien marcó  un nuevo camino a lo que hasta aquel entonces se manifestaba en la poesía. De hecho son algunos otros nombres que claramente retumban al momento de hablar de modernismo, estos son: José Martí, Enrique Gómez Carrillo, Manuel  Gutiérrez Nájera, entre otros.
En cuanto al tiempo, esta se desarrolla entre un período cronológico que va desde el siglo XIX hasta las dos primeras décadas del siglo XX y nace a raíz del declive del romanticismo.
En Ecuador, históricamente hablando, este movimiento se despliega sobre un peculiar terreno, este mismo yacía inestable. La arena movediza que era provocada por la lucha casi interminable entre conservadores – liberales y la I Guerra Mundial (“a finales del modernismo”) se dibujaban con un gris tono donde nadie estaba excepto de percibir. Estos hechos sociales, esta espesa atmósfera agonizante impulsaron a la poesía modernista, en parte. Sobre otra perspectiva, en el ámbito de la literatura, los poetas fielmente recibieron una importante influencia modernista que venia de un eminente escritor como fue Rubén Darío y de poetas europeos.  Este movimiento dio apertura a una nueva forma de mostrar la poesía, esa evolución del lenguaje y de lo estético en si.
Una asombrosa manifestación literaria empezaba a dar sus pasos sobre los senderos de la expresión poética. Cuatro jóvenes poetas ecuatorianos como son Medardo Ángel Silva, Arturo Borja, Humberto Fierro y Ernesto Noboa, a quienes se los denomino con el nombre de “Generación Decapitada” reflejaron su mundo a través de inquietantes y misteriosas líneas que daban a conocer su interior con profunda inclinación por lo melancólico.
En esta ocasión hablaremos sobre el mundo que se oculto detrás de la poesía del autor Ernesto Noboa.
Hacia 1891, sus ojos parpadeaban por primera vez sobre lo que se convertía en su ciudad natal, la majestuosa Guayaquil. Conforme los años pasaban este futuro poeta olía  la fragancia singular que dispersaba la poesía. Fue en Quito donde empezó a distinguir ese innato amor por la poesía.
Sin embargo, la esencia de su obra se ve muy ligada con su viaje por Europa. Paris traería nuevas inspiraciones a ese escondido mundo que solo con las manos de su alma estaba dispuesto a transportarlas con penetrantes versos sobre papel.
Sus versos sustancialmente se componen bajo la sombra de la porfiada melancolía, que  seguía presente en sus obras. Pero qué puede ser de un poema sino tiene  esa melancolía que nos muda a nuestra parte más sensible?
Baudelaire, Samain, Verlaine entre otros, fueron el eco en su mente que influenciaron sus obras. Aquellas expresiones poéticas y actitudes fueron absorbidas por Ernesto. Hay que mencionar que acontecimientos muy cercanos a su realidad (como la muerte de su madre) lo llevaron irrefutablemente a plasmar su tristeza una vez más, sobre un sentido poema denominado “El Dolor de la Ausencia”
La muerte, angustia, desolación y ese fastidio un tanto por la vida se convertían en fervientes guardianes que  cuidaban a las puertas de sus versos. Las siguientes líneas fácilmente nos dejan ver su interior, ese espíritu que afanoso estaba por dejar este mundo.

“Y sueña ante los reflejos del rubio astro vagabundo:
¡partir al fin! . . . lejos, lejos de este mundo!
Olvidado de amarguras y terrenales ternuras, ya no sentir ni
pensar, ¡tener dos alas oscuras y volar! ”

El escritor  hace notar ese anhelo de escapar de una realidad que para él no significaba el buen existir. La amarga atmósfera creaba un ambiente de insatisfacción haciendo que su pluma escriba los sueños que parecían no cumplirse. Emoción Vesperal, relata la codicia que este sentía por abandono de realidad, aunque entre líneas deja saber que por más remotos que sean estas huidas, la sombra de las penas y las condenas del alma siempre estarán allí.

Hay tardes en las que uno desearía embarcarse y partir
sin rumbo cierto y, silenciosamente, de algún puerto irse
alejando mientras muere el día.
Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.
Aunque uno sepa que hasta los remotos confines de los
piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,
Y que, al desvanecerse el espejismo, desde las glaucas
ondas del abismo, le tentarán las últimas sirenas.

Otra peculiaridad de su poesía es que denota esa sensación de inmiscuirse en aquella naturaleza que solo su alma soñaba. La añoranza por el tiempo ya transcurrido era evidente. Los susurros del pasado son inmóviles estatuas en el tiempo, pero ingeniosamente, estas eran atraídas con los imanes del pensamiento. Mientras tanto el presente se penetraba desolada ante la mirada de Ernesto.

Lloramos por todo lo que nunca ha sido y que pudo ser,
por lo que ya es ido
y no ha de volver;
ensueño vencido,
camino perdido.

Lentas y angustiosas mañanas sombrías.
Grises nubarrones
como procesiones
de antiguos recuerdos y melancolías que van perfilando
el camino incierto de las lejanías.

Muchos libros de literatura ecuatoriana manifiestan que la muerte de este autor se debió principalmente por su “adicción a la morfina”. A lo mejor esta inclinación por la morfina responde a la desesperación que llevaba dentro por evadir totalmente la realidad, el presente.
Ernesto Noboa figuró como el poeta más cabal de la Generación Decapitada, de igual forma su imagen fue sinónimo del verdadero modernismo en Ecuador y un sublime representante de la misma. Sus idóneas obras lo hicieron galardonador de tan merecida afirmación. Su poesía está escrita en perfección y elegancia. Hasta nuestros días ha llegado el testimonio de sus silenciosos anhelos, de su repetida hipocondría que más y más se hizo presente en su inmortal poesía.
La sangre de este poeta sigue fresca aún!

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