La novela ecuatoriana volvió a experimentar una revitalización durante los años treinta hasta mediados de los cuarenta. Los jóvenes novelistas del Ecuador preocupados por la política internacional y nacional, por los problemas económicos y sociales, utilizaron sus capacidades narrativas para expresar sus ideas y opiniones. Centrándose principalmente en los problemas sociales, haciendo un proceso de protesta y más que todo de denuncia contra todo lo que agravaba a todos en general. Surgiendo en el Ecuador un buen número de novelistas estos los dividimos por su situación geográfica en tres grupos:
“El Grupo de Quito” comprendido por Jorge Icaza, Fernando Chaves, Humberto Salvador, Enrique Terán y Jorge Hernández,
“El Grupo del Austro” estaba comprendido por Ángel F. Rojas, G. Humberto mata y Alfonso Cuesta y Cuesta, y
“El Grupo de Guayaquil” que estaban compuestos a lo largo del litoral y su creador fue José de la Cuadra, Enrique Gil Gilbert, Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta y Alfredo Diezcanseco, un poco después Adalberto Ortiz fue el sexto miembro.
Existiendo entre estos tres grupos una unidad espiritual más fuerte independientemente de su situación geográfica teniendo en común lo que es la Realidad Social, pese a que carecían de destreza artística, basándose en indagaciones, la ira y la necesidad inmediata por aquella sed de demostrar lo que les aquejaba, la denuncia social, el espanto dándole un valor moral más que artístico a la literatura de ese entonces, debe sus valores más al contenido que a la forma. Comenzaron a crear una identidad y una individualidad literaria nacional, siendo conscientes de todo.
Aunque no fueron los primeros en el país en presentar este tipo de denuncia planteados en las novelas ecuatorianas ya desde finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, habiéndoseles adelantado primero Juan León Mera con Cumandá (1879), con su idealización del indio, Gonzalo Zaldumbide con La Égloga Trágica (1910), Fernando Chaves con Plata y Bronce (1927) y La Embrujada y Luis A. Martínez con A la Costa (1904), manifestando al indio maltratado y la rebelión del mismo, las diferencias sociales que existe entre los blancos e indios, el odio y violencia mutua, su sociología y psicología. Referencia ineludible como primera novela costeña esta última, precursora de las siguientes generaciones de novelistas y sirve de inspiración para el Grupo de Guayaquil, esperando ser influencia en la sociedad donde principalmente se enmarca a los tipos humanos ecuatorianos donde salen a la luz con la excepción del indio.
Pero a diferencia del Grupo de Guayaquil con Martínez, estos le dieron mucha atención al diálogo, tal y cual como es, dando un gran paso porque de los tres grupos novelísticos, el de Guayaquil posee más distinguidas diferencias. Como dice Karl H. Heise en su libro “El grupo de Guayaquil” “Representa el primer esfuerzo moderno en la novela ecuatoriana de enfocar su atención en la costa y sus habitantes como fuente de interpretación artística”. Concentrándose en los grupos étnicos-sociales costeros como lo son el negro, especialmente el cholo y el montubio, siendo estos los personajes principales en sus obas maestras, de los tres grupos a ellos se les atribuye haber escrito la mayor parte de novelas ecuatorianas de consciencia social, dotando a sus obras de riqueza artística más que todo en sus valores que fueron más allá de toda ideología política o social, su expresión narrativa fue más allá de lo que se vivía en esa época con su genio creativo siendo su mayor atractivo.
Poco después de mediados de los cuarenta el Grupo de Guayaquil dejó de existir como núcleo literario, debido a las muertes de José de la Cuadra y Joaquín Gallegos Lara, la falta de actividad literaria de Enrique Gil Gilbert, los constantes y largos viajes de los restantes, dio lugar que a que se desintegrara, pero manteniendo su intima amistad, compartiendo comentarios y participación activa en diferentes movimientos en la literatura haciendo interesar al mundo en las novelas Hispanoamericanas.
En la actualidad todos los restantes del grupo de Guayaquil han muerto habiendo cumplido con un papel importante en la literatura ecuatoriana para que esta evolucionara, haciéndonos percibir la realidad de la cual fue víctima esa época condenada a las desdichas políticas y manipulación de las clases sociales altas que no veían bien a este tipo de narrativa, debemos de decir que gracias a su pericia artística y sus valores de contenidos bien arraigados impulsaron a posicionarla, no manteniéndola como efímera, la cual crece cada día con muy buenos autores nacionales manteniendo el espíritu vivo de la lectura.
Por Darwin Salas V.